miércoles, 22 de septiembre de 2010

García-Alix en el museo del Baluard

Lo más cerca que estuve del paraíso

Serie de fotografías en blanco y negro realizadas en Formentera, Ibiza y Mallorca entre 1994 y 2010, y un diaporama de 200 imágenes con música de Daniel Melingo.



Dos hermanas, 2000
Fotografía en blanco y negro sobre papel baritado.

“Formentera... Qué hubiera sido de mí sin la isla... En ella he amado y me he perdido. En sus aguas flota el mar de mi conciencia... Locuras, vaivenes emocionales, afectos y amores... En esta roca del Mediterráneo, fui feliz como nunca y triste”, escribe Alberto-García-Alix respecto de la menor de las Pitiüses, una isla ligada a sus vacaciones –también lo están, aunque menos, Eivissa y Mallorca-. Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma exhibe por vez primera las fotografías realizadas en tres de las Illes Balears.

Nacido en León, en 1956, Alberto García-Alix viajó por primera vez a Eivissa en 1974, aunque los primeros negativos de la isla datan de 1981. Hasta 1989, no visitó Formentera, y desde entonces esta isla, como afirma el comisario de la exposición, Nicolás Combarro, “vuelve recurrentemente a su vida, y por tanto a su obra. Una sensación de libertad, un hedonismo que impregna las imágenes que llegan a nosotros a través del filtro de su mirada”. Las fotografías de García-Alix dan cuenta de las personas y lugares que han sido y son importantes en su vida. Y, como demuestra la exposición “Lo más cerca que estuve del paraíso”, las Illes Balears, con excepción de Menorca, se hallan en el itinerario autobiográfico de quien es Premio Nacional de Fotografía 1999. Aún así, no busquéis en ella la descripción esperada, ni geográfica, ni social, no en García-Alix. Lo importante es la mirada del fotógrafo, cómo detiene aquello que ve para retornarlo con muchos matices de gris, los no-colores de las tardes, de los anocheceres y de las noches. E importante es también su rechazo a la técnica digital, la afición por las cámaras de siempre y la pasión por el laboratorio en la búsqueda y dominio de una perfección técnica que contribuye a hacer tan extraños como cercanos a los personajes, paisajes y vivencias que retrata.




"En catalán existe una palabra que parece inventada para las fotografías de Alberto García-Alix. Horabaixa (atardecer, anochecer), hora baja, tiene el sentido de lo crepuscular, cuando el caer progresivo de la luz habla de la oscuridad que inevitablemente ha de llegar. El atardecer es la erosión del día como la muerte significa el definitivo desgaste de la vida, parafraseando a Borges. El atardecer es un periodo indefinido, sin hora para su comienzo ni para su fin, aunque aquí queremos que también sea una sensación. De hecho, hay una sensación de atardecer, especialmente en verano, cuando la luz va perdiendo fuerza, amortece muy poco a poco, la noche se demora, se impone un cálido silencio y todo parece teñirse de tonalidades grisáceas. Son las horas muertas.

Las fotografías de García-Alix nunca tienen la luz cegadora de la mañana. Una vez le oí contar que algunos amigos le habían dicho que ya era hora de cambiar de vida, ahora que no bebe y que las drogas han quedado más o menos lejanas. Le aconsejaban levantarse temprano y hacer más vida de día. Él tuvo pronta respuesta: sus fotografías están hechas de encuentros y él vive de la fotografía. ¿Qué o a quién puede encontrar hacia las diez de la mañana que logre interesarle? Las imágenes de García-Alix, la práctica totalidad de las que ha hecho a lo largo de una trayectoria que se remonta a más de treinta y cinco años, tienen el no-color de los anocheceres o se iluminan en la oscuridad de la noche. Especialmente las realizadas en las Illes Balears, una selección de las cuales se exhibe en Es Baluard después de haber disfrutado de un pequeño estreno, un aperitivo de García-Alix en Formentera, estas imágenes –decía– llevan impresas las sensaciones de los atardeceres, de los atardeceres de verano. Es la hora en que pueden retratarse Un hombre triste y Una mujer triste. El mejor momento para el baño.

Los días se hacen largos en Formentera, sobre todo los atardeceres con su anochecer, se alargan las siestas, se prolonga la hora del baño, hay tiempo para el sexo antes de que llegue la noche, tiempo para dejar que los últimos rayos de sol, sol de tarde, acaricien un cuerpo sólo vestido de sal de mar y polvo de los caminos. Hay tiempo para la lectura, para preparar una ensalada de payés para la cena, para darse un paseo en moto hasta el Cap de Barbaria. La tarde se hace larga hasta que se impone la noche y los cuerpos soleados transitan por los caminos.

Todo ello está en las fotografías de Alberto García-Alix. Historias y personas en las que el fotógrafo se retrata. También está presente la temporada que pasó en Algaida, el pueblo de Mallorca en el que todavía se recuerda la llegada, en 1994, de una pandilla de moteros. García-Alix dio título a la experiencia: Dormí con una virgen. Ya en Palma, hace pocos meses, el fotógrafo buscó a los amigos y, desde la seguridad de aquello que un día escribió, la seguridad de que al oír el clic de la cámara lo que era presente ya se ha convertido en pasado, regresó al bar conocido, El Flexas, para retratar de nuevo a Estrella, más de veinte años después. Las cuatro de la madrugada.


De Menorca no hay fotografías. «Allí no hallé perversión», me confesó el artista. En Llorando a aquella que creyó amarme, texto para una exposición de 2002, García- Alix escribe: «Por eso, es inevitable encontrar en mis fotografías un itinerario autobiográfico. Está, pero no es más que polvo visible del camino. Polvo que se pega a mis fotografías. No es importante.» Las Illes Balears, con la excepción de Menorca, se hallan en ese itinerario autobiográfico del fotógrafo. Pero no busquéis la descripción esperada, ni geográfica, ni social, no en García-Alix. Se trata de lugares, personas, actitudes, vegetaciones o paisajes, retratos hechos en las islas que podrían ser de cualquier otro lugar, aunque tratados en particular. Lo importante es la mirada del fotógrafo, cómo detiene aquello que ve y que seguramente sólo él ve, para devolvérnoslo tintado en muchos matices de gris, los no-colores de los atardeceres, de los anocheceres y de la noche. Importante es también su desdeño por lo digital, su esmero en la perfección técnica, su apego a las cámaras de siempre y su pasión por el laboratorio. E importantes, tanto o más aún, son sus lecturas, su poesía y su ética. Eso marca mucho, lo marca todo.

Sensaciones múltiples y diversas se desprenden de la serie de fotografías que hoy presentamos, muchas de ellas inéditas. Ante esas imágenes, que nunca dejan que seamos sólo espectadores, nos hallamos yendo y viniendo de la placidez del estío al misterio que es inherente a García-Alix, sin dejar de sentirnos algo cándidos, algo perversos y algo desnudos también. Todos conocemos o deberíamos conocer el placer que proporcionan las horas muertas. Entre tanto, el fotógrafo sigue interrogando".


“Las Horas Muertas”. Texto de Cristina Ros, incluido en el catálogo de la exposición

Museo del Baluard
10 septiembre 2010 - 09 enero 2011
Plaça Porta Santa Catalina, 10, Palma de Mallorca.

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