La primera es de Cati Bauçà
La segunda de Adolfo Arranz de la sombra del asno
La de Coral
Yo no vengo aquí, ni como crítico ni como conocedor de la obra de María Blanchard, sino como amigo de una sombra. Amigo de una dulce sombra que no he visto nunca pero que me ha hablado a través de unas bocas y de unos paisajes por donde nunca fue nube, paso furtivo o animalito asustado en un rincón. Nadie de los que me conocen pueden sospechar esta amistad mía con María Gutiérrez Cueto, porque jamás hablé de ella, y aunque iba conociendo su vida a través de relatos originales, siempre volvía los ojos al otro lado, como distraído, y cantaba un poco porque no está bien que la gente sepa que un poeta es un hombre que está siempre ¡por todas las cosas! a punto de llorar.
¿Usted conocía a María Blanchard? Cuénteme...
Uno de los primeros cuadros que yo vi en la puerta de mi adolescencia, cuando sostenía ese dramático diálogo del bozo naciente con el espejo familiar, fue un cuadro de María. Cuatro bañistas y un fauno. La energía del color puesto con la espátula, la trabazón de las materias y el desenfado de la composición me hicieron pensar en una María alta, vestida de rojo, opulenta y tiernamente cursi como una amazona.
Los muchachos llevan un carnet blanco, que no abren más que a la luz de la luna, donde apuntan los nombres de las mujeres que no conocen para llevarlas a una alcoba de musgos y caracoles iluminados, siempre en lo alto de las torres. Esto lo cuenta Wedekind muy bien y toda la gran poesía lunar de Juan Ramón está llena de estas mujeres que se asoman como locas a los balcones y dan a los muchachos que se acercan a ellas una bebida amarguísima de tuétano de cicuta.
Cuando yo saqué mi cuartilla para apuntar el nombre de María y el nombre de su caballo me dijeron: Es jorobada.
Quien ha vivido como yo y en aquella época en una ciudad tan bárbara bajo el punto de vista social como Granada, cree que las mujeres o son imposibles o son tontas. Un miedo frenético a lo sexual y un terror al "que dirán" convertían a las muchachas en autómatas paseantes, bajo las miradas de esas mamás fondonas que llevaban zapatos de hombre y unos pelitos en el lado de la barba.
Yo había pensado con la tierna imaginación adolescente que quizá María, como era artista, no se reiría de mí por tocar al piano 'latazos clásicos', o por intentar poemas, no se reiría, nada más, con esa risa repugnante que muchachas y muchachos y mamás y papás sucios tenían para la pureza y el asombro poético, hasta hace unos años, en la triste España del 98.
Pero María se cayó por la escalera y quedó con la espalda combada expuesta al chiste, expuesta al muñeco de papel colgado de un hilo, expuesta a los billetes de lotería.
¿Quién la empujó? Desde luego la empujaron; 'alguien', Dios, el demonio, alguien ansioso de contemplar a través de pobres vidrios de carne la perfección de un alma hermosa.
María Blanchard viene de una familia fantástica. El padre, un caballero montañés, la madre una señora refinada; de tanta fantasía que casi era prestidigitadora. Cuando anciana iban unos niños amigos míos a hacerle compañía y ella, tendida en su lecho, sacaba uvas, peras y gorriones de debajo de la almohada. No encontraba nunca las llaves y todos los días tenía que buscarlas y las hallaba en los sitos más raros, por debajo de las camas o dentro de la boca del perro. El padre montaba a caballo y casi siempre volvía sin él, porque el caballo se había dormido y le daba lástima el despertarlo.
Organizaba grandes cacerías sin escopetas y se le borraba con frecuencia el nombre de su mujer. En esta distracción y este dejar correr el agua, María Gutiérrez se iba volviendo cada vez más pequeña, una mano le tiraba de los pies y le iba hundiendo la cabeza en su cuerpo como un tubo de 'Don Nicanor que toca el tambor'.
En este tiempo que corresponde a la apoteosis final de Rubén, vi yo el único retrato de María que he visto, y era una criatura triste, no sé de quién, en la que está al lado de Diego Rivera el pintor mexicano, verdadera antítesis de María, artista sensual que ahora, mientras que ella sube al cielo, él pinta de oro y besa el ombligo terrible de Plutarco Elías Calles.
En la época en que María vive en Madrid y cobija en su casa a todo el mundo, a un ruso, y a un chino, a quien llame a la puerta, presa ya de este delicado delirio místico que ha coronado con camelias frías de Zurbarán su tránsito en París.
La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa, y virgen.
Aguantaba la lluvia de risa que causaba, sin querer, su cuerpo de bufón de ópera, y la risa que causaban sus primeras exposiciones, con la misma serenidad que aquel otro gran pintor, Barradas, muerto y ángel, a quien la gente rompía sus cuadros y él contestaba con un silencio recóndito de trébol o de criatura perseguida.
Aguantaba a sus amigos con capacidad de enfermera, al ruso que hablaba de coches de oro, o contaba esmeraldas sobre la nieve, o al gigantón Diego Rivera que creía que las personas y las cosas eran arañas que venían a comerlo, y arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba todos los días el espejo del lavabo.
Aguantaba a los demás y permanecía sola, sin comunicación humana, tan sola, que tuvo que buscar su patria invisible, donde corrieran sus heridas mezcladas con todo el mundo estilizado del dolor.
Y a medida que avanzaba el tiempo, su alma se iba purificando y sus actos adquiriendo mayor trascendencia y responsabilidad. Su pintura llevaba el mismo camino magistral, desde el cuadro famoso de La primera comunión hasta sus últimos niños y maternidades, pero atormentada por una moral superior daba sus cuadros por la mitad del precio que le ofrecían, y luego ella misma componía sus zapatos con una bella humildad.
La vida y pasión de Cristo fue tomando luz en su vida y, como el gran Falla, buscó en ella norma, dogma y consuelo. No con beatería, sino con obras, con grave dolor, con claridad, con inteligencia. Lo más español de María Blanchard es esta busca y captura de Cristo, Dios y varón realísimo; no al modo de la fantástica Catalina de Siena que se llega a casar con el niño Jesús y en vez de anillos se cambian corazones, sino de un modo seco, tierra pura y cal viva, sin el menor asomo de ángeles o milagro.
Su cintura monstruosa no ha recibido más caricia que la de ese brazo muerto y chorreando sangre fresca, recién desclavado de la cruz.
'Ese mismo brazo fue el que, lleno de amor, la empujó por la escalera para tenerla de novia y deleite suyo, y esa misma mano la ha socorrido en el terrible parto, en que la gran paloma de su alma apenas si podía salir por su boca sumida. No cuento esto para que meditéis su verdad o su mentira, pero los mitos crean al mundo, y el mar estaría sordo sin Neptuno y las olas deben la mitad de su gracia a la invención humana de la Venus.
Querida María Blanchard: dos puntos... dos puntos, un mundo, la almohada oscurísima donde descansa tu cabeza...
La lucha del ángel y el demonio estaba expresada de manera matemática en tu cuerpo.
Si los niños te vieran de espaldas exclamarían: "¡La bruja, ahí va la bruja!". Si un muchacho ve tu cabeza asomada sola en una de esas diminutas ventanas de Castilla exclamaría: "¡El hada, mirad el hada!". Bruja y hada, fuiste ejemplo respetable del llanto y claridad espiritual. Todos te elogian ahora, elogian tu obra los críticos y tu vida tus amigos. Yo quiero ser galante contigo en el doble sentido de hombre y de poeta, y quisiera decir en esta pequeña elegía, algo muy antiguo, algo, como la palabra 'serenata', aunque naturalmente sin ironía, ni esa frase que usan los falsos nuevos de 'estar de vuelta'. No. Con toda sinceridad. Te he llamado jorobada constantemente y no he dicho nada de tus hermosos ojos, que se llenaban de lágrimas, con el mismo ritmo que sube el mercurio por el termómetro, ni he hablado de tus manos magistrales.
Pero hablo de tu cabellera y la elogio, y digo aquí que tenías una mata de pelo tan generosa y tan bella que quería cubrir tu cuerpo, como la palmera cubrió al niño que tú amabas en la huida a Egipto. Porque eras jorobada, ¿y qué? Los hombres entienden poco las cosas y yo te digo, María Blanchard, como amigo de tu sombra, que tú tenías la mata de pelo más hermosa que ha habido en España.
Malick Sidibé nos espera sentado en la galería Oliva Arauna. Lleva una larga túnica verde con dibujos abstractos de color blanco. Cuando llegamos nos recibe con una amplia sonrisa y parece que sonríe con su mirada también.
Su presencia enseguida se hace presente en la habitación y la envuelve. Es una de esas personas que no deja indiferente. Desde el principio habla con entusiasmo, recordando cada mínimo detalle de sus fotografías, aunque hayan pasado ya cincuenta años desde entonces.
En ocasiones parece alejarse, como si de pronto volviera a su estudio de Bamako, y habla con los ojos cerrados, recordando esos días en los que retrató la historia de su país y que le convirtieron en uno de los fotógrafos más influyentes del momento.
Desde 1960, Malick Sidibé (Mali, 1936) realizó fotografías en su estudio de Bamako, Studio Malick. Estas imágenes documentan la cultura popular de su ciudad con una mirada pura. La gran cantidad de fotos que obtuvo durante los años 70 dieron lugar a una vasta catalogación de tipologías urbanas conseguidas mediante una labor de documentación sincera y exenta de complejos de superioridad. El resultado: una fotografía alejada de los prejuicios de la mirada occidental hacia otras culturas.
PHE- Ahora es un fotógrafo reconocido y sus fotos viajan por todas partes ¿Cómo comenzó en este mundo?
Malick Sidibé- Estudié en la escuela de artes porque me gustaba dibujar. Después comencé con la fotografía trabajando con un fotógrafo francés en el año 57. Entonces era el fotógrafo más joven de la ciudad.
Por suerte yo era el único que tenía un flash y así empecé a hacer las fotografías de las fiestas nocturnas. Estaba en el estudio hasta la media noche o la una de la madrugada hasta que me iba a hacer fotografías por las fiestas. Regresaba a mi estudio, revelaba y el lunes y el martes colgaba las fotos en mi negocio y así los jóvenes venían las fotos y escogían las que más les gustaban.
Mi estudio siempre estaba animado porque todos los jóvenes venían para ver las fotos de las fiestas. Conocía a todos, hoy en día me sigo acordando de la cara y del nombre de la mayoría.
PHE- La independencia de Mali se produjo en el año 1960 ¿Cómo influyó la nueva situación política en su propio trabajo?
MS- No fue tanto la independencia como la música occidental lo que cambió muchas cosas en aquella época. Lo que realmente fue una revolución fue la música, porque desde 1957 llegó música rock, Ula-hop, swing… La música fue la verdadera revolución de Malí.
PHE- Además de las fotos de las fiestas tiene una gran cantidad de retratos en su estudio…
MS- Comencé a fotografiar los jóvenes en las fiestas desde 1957 y después continué con los retratos, ya que la fotografía tiene una amplia tradición en Mali. Para la gente de mi país es importante tener fotografías sobre sí mismos para poder enseñárselas a su familia, a sus amigos… es una especie de acto social.
Desde los años 60 empecé a hacer fotos en mi propio estudio. Todo el mundo iba allí porque en aquella época hacer un retrato era muy barato. Sobre todo a los jóvenes les gustaba mucho hacerse fotos con sus mejores galas, con sus pendientes nuevos, sus cabellos rizados, mostrando su mejor reloj, sus pulseras… A todo el mundo le gusta estar bello en las fotografías.
Había gente que quería hacerse un retrato individual para mandárselo a sus amigos, siempre con sus zapatos nuevos, su corbata… también había personas que querían hacerse fotografías con su rebaño, con su moto… para enseñar sus pertenencias a los demás, para enseñar a los demás su vida.
PHE- ¿Cómo valora la evolución de su trabajo desde que comenzó hasta la actualidad?
MS- Cuando empecé a fotografiar jamás imaginé que después de unos años mis fotos viajarían por todo el mundo. Hacía fotografías para la gente, para mi país… jamás imaginé lo que pasó después. Mis fotografías son una forma de turismo porque cuando las observas es como si viajaras a Mali. La fotografía es la realidad, nunca dice mentiras, esto es muy importante para mi. He revelado todos mis negativos y lo tengo todo clasificado en mi estudio.
PHE- Los medios fotográficos han cambiado mucho en los últimos tiempos. Usted, sin embargo, ha seguido fiel a la fotografía analógica…
MS- Comprendo que la fotografía digital es mucho más barata y simple, pero para mi no es la verdadera fotografía. Con la fotografía analógica tienes que enfocar la imagen, ir al laboratorio, revelar y trabajar. Con la fotografía analógica no se puede engañar, muestra toda la realidad. Con la digital puedes modificar las imágenes.
Creo que con la fotografía analógica si, por ejemplo, fotografías un perro y luego la miras bien puedes ver como el perro mueve la cola…es todo realidad.
PHE- En su dilatada carrera fotográfica ha habido muchas fotos que han pasado a la historia, convirtiéndose en verdaderos iconos de una época importante para su país…
MS- Tengo mucha satisfacción en mi vida profesional. Es difícil elegir un buen momento. Tengo muchos negativos y hay muchas fotos que me gustan mucho, por ejemplo me gustan los retratos de los niños pequeños en los que los niños sonríen. Para mi eso es una gran satisfacción. Esta foto en la que salen dos chicos bailando es de la que más ha gustado a la gente y es la más conocida. Se llama “la noche de la navidad” (1963). A mi no es la que más me gusta.
Una de mis fotografías favoritas es en la que aparece un chico es muy elegante bailando con la hija del primer ministro del primer presidente de Mali. Hoy esta mujer es musulmana y lleva velo. Si viera la foto seguro que diría “Esa no soy yo”.
Me acuerdo de los nombres de casi todas las personas que salen en mis fotografías. Sino recuerdo el nombre, si recuerdo a su padre, qué hacen ahora, si tienen hijos… También me gusta la fotografía de un chico nigeriano que era modista. En esta foto el chico abre los brazos y dice:”La vida es maravillosa”.
PHE- Su estudio en Mali sigue abierto hoy en día ¿Sigue haciendo fotografías allí?
MS- Hoy día son los extranjeros, sobre todo europeos, los que van a mi estudio a conocerme porque es gente que conoce la historia de la fotografía. Van a allí a hacerse un retrato.
Una cosa muy particular y extraordinaria es que ahora todo Mali conoce mi estudio. Los niños, que normalmente llaman a los hombres adultos “papá” o “tontón”, me llaman por mi nombre, porque para un artista lo importante es el nombre. También hay mujeres del campo que han llamado Malick a sus propios hijos, eso me llena de orgullo. Creo que hay 4 ó 5 con mi nombre.
PHE- ¿Cómo ha cambiado la vida en Mali desde las fotografías que podemos ver en su exposición hasta la actualidad?
MS- El país ha cambiado mucho desde los años 60, ahora la gente prefiere vestirse con la ropa de Mali porque hay una industria de algodón muy fuerte e importante. Antes la gente prefería la ropa europea, pero ahora la gente está volviendo a la ropa tradicional. Los jóvenes siguen prefiriendo la ropa occidental. Son los jóvenes los que cambian el mundo, no los viejos.
En los años 60 las chicas se escapaban de sus casas para irse a bailar. Le echaban algo en el vaso de agua de su padre para que se durmiera y no se diera cuenta cuando ella escapaba. La madre siempre era cómplice de la chica y era quien le abría la puerta cuando ella llegaba de madrugada. Cuando las chicas terminaban los estudios el padre estaba obligado a hacer una fiesta. Así es como los viejos se convencían de que bailar no era tan malo ni tan grave.
PHE- Parece imposible que en una carrera tan larga no haya habido momentos difíciles…
MS- No he tenido muchos problemas en mi vida profesional. La gente que sale de mi estudio casi siempre sale contenta, aunque a veces hay alguno que ha sido más difícil de fotografiar, pero sin dar demasiados problemas.
Si tuve algunos problemas con los militares, ya que también hice fotografías del golpe de estado. Creo que era necesario retratar ese momento. Tenía miedo de perder la vida, porque yo no era periodista y no estaba autorizado para fotografiar.
Todavía conservo esos negativos. Tengo fotos de la milicia con sus fusiles. También fotografié el golpe de 1968, ya que conocía a los militares por haber hecho el servicio militar y me llamaron para fotografiar. Pero en un momento llegó el general y me preguntó: “¿Qué estás haciendo aquí?” Yo le dije: “Hago fotos”. Los otros militares tenían miedo y se escondieron. El General se enfadó mucho y me quería confiscar la película. Me llevaron a la comisaria pero afortunadamente allí me encontré a un amigo y estuvimos hablando un rato amigablemente. Me quedé hasta las cinco de la tarde y al final el general se olvidó todo y pude llevarme las películas conmigo. El tipo que me arrestó tenía un bazoca en su coche y pasé un poco de miedo, pero por suerte al final no hubo problemas.
PHE- Ahora tiene una exposición individual en la galería Oliva Arauna y su obra forma parte de la exposición colectiva Años 70. Fotografía y vida cotidiana ¿ Qué sensación le produce?
MS- Estoy contentísimo de tener una exposición de la galería de Oliva Orauna y formar parte de la exposición colectiva Años 70. Fotografía y vida cotidiana. La noche antes de la inauguración no he podido dormir, pero a ratos he tenido sueños muy buenos, parecía que iba a tocar el cielo con mis dedos. Después de esto pienso que debo seguir haciendo mucho más y mucho mejor.
Kissing Totems trenza una historia que se nutre de los recuerdos de infancia de la artista, así como los rescoldos de las culturas que han sabido mantenerse vivos en su tierra natal. Las escenas que representan los protagonistas de la película escenifican historias transmitidas oralmente por los chamanes que otrora fueron nómadas, a la vez que evocan rituales solapando religiones ajenas que sin embargo han sido asimiladas por la población (el velo del Islam, y los símbolos del cristianismo ortodoxo), junto con historias de personajes mitológicos como el Peris que representa el erotismo y la sexualidad femenina. Como telón de fondo, aparece un paisaje poblado por cáscaras de fábricas, máquinas arcanas, y estructuras de edificios invadidos por pájaros, haciendo alusión a las cicatrices e incongruencias que dejó tras de sí el régimen soviético. Para realizar la obra, uno de los grandes referentes que utilizó la artista como fuente de inspiración, fueron escenas de la película Stalker de Andrei Tarkovsky. Mientras que la obra de Menlibayeva utiliza lenguajes pertenecientes al siglo XXI (el video arte, la fotografía y la performance), las imágenes que proyecta en gran formato sobre las paredes desnudas de la galería ejercen un magnetismo ancestral sobre el espectador.
Prop de dos-cents peces componen aquesta mostra de caràtules que reivindica la modernitat gràfica de les portades de vinils i ens introduïx de ple en una època en la qual la música va representar un canvi social determinant en plena dictadura. El fons de Cançoníssima prové dels gairebé 4.000 discs de música en català, entre CDs, vinils i casettes, del col•leccionista valencià Jesús Prats. Es tracta d'una exposició que commemora dos cinquantenaris: l’aparició del primer disc de música moderna en català, gravat per les Hermanas Serrano el 1958, i la publicació, un any després, d’un article de Lluís Serrahima en la revista Germinabit, amb el titol “Ens calen cançons d’ara”, que suposaria el germen del que després es denominaria la Nova Cançó, un moviment artístic i musical que en ple franquisme va impulsar la reivindicació de l'ús normal del català en l'àmbit de la cançó.
Àlbums històrics d’Els Setze Jutges, Raimon, Joan Manuel Serrat, Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Ovidi Montllor, Guillermina Motta, Núria Feliu, Carles Barranco, La Trinca, Pi de la Serra, Jaume Sisa, Al Tall, Els 4 Z, Pavesos o Pau Riba, per citar uns quants, poblen les vitrines al costat d'obres de Joan Miró, Tàpies, Guinovart, Alfaro o Equip Crònica, que mostren la revolució que va suposar la incorporació del disseny gràfic a les caràtules dels discs durant les dècades de 1960 i 1970.
LA CREACIÓ D’UNA NOVA CANÇÓ
Ara fa tot just cinquanta anys que naixia un dels moviments més importants (o, si més no, el més popular) que ha donat la cultura catalana durant el segle XX i, segurament, en tota la seva història. Parlam de la Nova Cançó, el fenomen musical i artístic que es transformaria en un dels fets més singulars de la nostra història contemporània com a moviment cultural, cívic i musical.
Cançoníssima és una gran mostra que, per primera vegada (mai s’havia realitzat fins ara una exposició d’aquestes característiques) recull la imatge gràfica que va projectar la Nova Cançó, al llarg de més de trenta anys, sobre el disc de vinil.
Des dels seus inicis, la Nova Cançó exhibirà una imatge creativa, sorprenent i avantguardista pel que fa a l’Estat espanyol i a l’univers discogràfic; una mirada gràfica que suposarà una ruptura en l’horitzó de l’edició discogràfica al nostre país, on fins aquell moment el disc només era un suport per incloure-hi la fotografia de l’intèrpret i els títols de les cançons, sense cap ambició artística ni creativa.
Dissenyadors de primera importància com Jordi Fornas al capdavant d’Edigsa, o d’altres com ara Francesc Guitart, América Sánchez, Enric Satué o Claret Serrahima, en editores com Concèntric, Ariola, CBS, Zafiro, Hispavox, etc. realitzaran alguns dels treballs més reeixits pel que fa al disseny gràfic i al disc entre els anys seixanta i setanta.
Cançoníssima és una exposició que revisa i analitza aquesta edat d’or del disc i la cançó en català a través de la imatge en l’obra d’artistes com Joan Manuel Serrat, La Trinca, Lluís Llach, Raimon, Maria del Mar Bonet, Jaume Sisa, Guillermina Motta, etc., però també recorda la generació dels 80 i 90, abans de l’arribada del CD, amb Tomeu Penya, Joan Amèric, Sopa de Cabra, Pets….
És també una mostra que recull el treball fotogràfic de noms ja clàssics de la fotografia catalana contemporània, com Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Colita, Toni Catany, Guitart, Josep Puvill i d’altres, que varen realitzar per a la Nova Cançó un treball que fixaria uns senyals d’identitat, d’avantguarda i glamour desconeguts fins aquell moment en l’univers discogràfic i que col•locaren el disc català al gran mostrador discogràfic europeu.
Cançoníssima, per acabar, també revisa l’estreta relació que el món de l’art i la Cançó han mantingut des dels seus inicis. La col•laboració d’artistes plàstics com Joan Miró amb Raimon i Maria del Mar Bonet, o d’altres com Tàpies, Guinovart, Equip Crònica, Viladecans, Manuel Boix, Antoni Miró i d’altres, que deixaren la seva empremta sobre la coberta discogràfica i donaren al disc un relleu creatiu i insòlit entre nosaltres, que més endavant seria imitat per cantants i artistes d’altres latituds.
La mostra se’ns presenta com una gran oportunitat per contemplar les diverses estètiques, els corrents artístics d’aquells anys, la projecció sobre la imatge gràfica del disc, i per gaudir-ne; des dels primers treballs de caire més realista fins a l’arribada de l’explosió pop i psiquedèlica i la seva manifestació en un grafisme colorista i expressiu, passant per propostes més conceptuals o eclèctiques.
Per fer-ho possible, es reuneix, per primera vegada en una gran mostra, una ampla selecció de caràtules de vinils mai exhibits fins ara en públic, pertanyents a la col•lecció privada del fotògraf i periodista valencià Jesús Prats, gestador de l’exposició, la qual va ser inaugurada a València entre setembre i novembre de 2008 al centre Octubre CCC, produïda pel mateix centre i la Fundació Josep Renau, i que ara es pot veure al Casal Solleric de Palma.
Una exposició singular que atraurà tant els qui varen viure aquells anys, com les noves generacions que, ben segur, gaudiran d’aquesta gran proposta de disseny gràfic. Una estètica i uns anys que avui més que mai continuen de plena actualitat i vigència.